“Napoleón” o Joaquin Phoenix con bicornio
Con el estreno de una de las películas más esperadas del año, los cines respiran aliviados gracias a la aparición de un título lo suficientemente llamativo como para mantenerse abiertos unas semanas más.
Gonzalo Mozas Martín
Salgo del cine tranquilo, para nada entusiasmado, aunque me sorprendo a mí mismo con una sonrisa curiosa. "Esto no es una obra maestra. Pero, ¿desde cuándo eso es un problema?" le comento a mi acompañante una vez que pisamos la calle. Y es que me da la impresión de que Ridley Scott ha hecho la película de manera muy artesanal, sin cuidar demasiado los detalles estilísticos o la forma del film y poniendo mucha más atención en la fuerza de su estrella favorita, Joaquin Phoenix. Ni el director ni el protagonista parecen tomarse muy en serio la película que construyen y, sinceramente, creo que es lo mejor que le podía pasar a Napoleón.

El cine, como el resto de las artes, no está exento de cagarla cuando de revivir personajes históricos se trata. Existen muchos ejemplos de fracaso en esta materia. Por ello, una forma maravillosa de enfrentar el pasado es jugar con él. Al márgen de las faltas a la verdad que pueda cometer el guión, lo más característico de este "divertirse con la Historia" es la interpretación que se da del general francés. La película entera puede verse como el baile macabro de un Joaquin Phoenix con bicornio. El actor absorbe completamente la personalidad de Napoleón, le opaca. Me atrevería a decir que algún despistado podría pensar que se trata de la precuela del Joker.
No creo que esta forma tan descuidada de tratar el personaje del francés sea una falta. En absoluto. Enfrentar la película desde la butaca con expectativas demasiado exquisitas no hará más que arruinarnos el día o salir corriendo a quemar Twitter. Sin embargo, basta un poco de paciencia para disfrutar de las sangrientas (y explícitas) batallas, las excentricidades del protagonista y del invierno ruso o las pirámides de Egipto.
