Tolerancia ante la discrepancia

24.11.2025

El asesinato de Charlie Kirk reabre el debate sobre una sociedad estadounidense cada vez más polarizada y violenta

Laura Vázquez Maceiras 

El asesinato de Charlie Kirk, conocido activista conservador y fundador de Turning Point USA, conmocionó a Estados Unidos el pasado 10 de septiembre de 2025. Kirk fue abatido a tiros durante un acto público por un joven simpatizante demócrata, en lo que las autoridades calificaron como un ataque motivado políticamente. Un acto atroz, sin justificación alguna, que volvió a encender las alarmas sobre la creciente violencia política en el país.

Sin embargo, el debate que siguió a su muerte no fue una llamada unánime a la paz, sino otra batalla más entre bandos. Desde sectores republicanos se multiplicaron los discursos que culpan a la "izquierda intolerante" de promover el odio y la división. Pero, ¿acaso la intolerancia no se ha vuelto ya una constante en ambos extremos del espectro político?

Estados Unidos vive hoy un clima de polarización asfixiante, donde cualquier discrepancia parece motivo suficiente para el insulto o la agresión. El asalto al Capitolio en 2021 fue un punto de inflexión, pero no el final. En los últimos meses, los titulares vuelven a teñirse de sangre: el asesinato de la legisladora Melissa Hortman y su esposo en Minnesota, o los ataques a oficinas políticas en distintos estados, son síntomas de una enfermedad más profunda: la pérdida del respeto por el disenso.

La política debería ser el espacio donde las ideas se confrontan con argumentos, no con armas. Donde el adversario no se convierte en enemigo, y donde las diferencias no se castigan con odio. Los extremos, vengan de donde vengan, solo conducen a la fractura. Y cada acto de violencia, sea físico, verbal o simbólico, erosiona un poco más la esencia misma de la democracia.

Es momento de recordarlo: la violencia jamás será la respuesta. La democracia se defiende con diálogo, con empatía y con respeto a la pluralidad. Porque si olvidamos eso, la política deja de ser debate y se convierte en guerra.