La asignatura pendiente de nuestra democracia es la transparencia

21.03.2024

La corrupción no debería tener cabida en un sistema democrático consolidado como el nuestro. Su simple existencia demuestra un fallo claro en los pilares del sistema, si el poder es del pueblo. ¿Cómo es posible que las personas en cargos públicos usen los recursos del pueblo en beneficio propio y en muchos casos en perjuicio nuestro? 

Victoria Madrid Martín/GETAFE


Para solucionar este problema, hace once años se aprobó la primera ley de transparencia en España, que fue uno de los últimos países de la Unión Europea en hacerlo. Esto propulsó la creación de todo un sistema de infraestructura necesario para realizar las labores de comprobación, atención y seguimiento especificadas en la ley. Sin embargo, en los últimos años algunos expertos se quejan de la falta de recursos o de implicación de los funcionarios, así como de la falta de preocupación de la clase política por este tema.

Probablemente es difícil probar si la falta de destinación de recursos por parte de la clase política es deliberada. Por otro lado, está claro que no es un tema que esté a la orden del día en el debate público y mucho menos en los programas electorales de nuestros partidos políticos, por lo que se puede afirmar que no es algo que les preocupe demasiado. La concepción sobre los deberes de nuestros representantes electos para con el pueblo es bastante difusa y parece que la posibilidad de que nos engañen y utilicen el dinero público de manera negligente esta implícita en ella.

Los ciudadanos saben que la corrupción existe y evidentemente no están a favor de ella, pero no ven una forma de enfrentarse a este problema. Se preguntan qué pueden hacer ellos contra las personas que están en la cúspide de nuestro sistema. Castigar con el voto es una opción, pero los casos de corrupción no entienden de ideología política y eso deja a los ciudadanos sin una opción efectiva para pronunciarse al respecto.

La democracia es un sistema que se retroalimenta, es decir, la participación ciudadana activa es necesaria para que el sistema esté fuerte y sano, pero a su vez la ciudadanía debe ver que su participación tiene resultados, o de otra forma se desmotivará y no querrá participar. Es importante que los ciudadanos confíen en sus instituciones, pero sólo es posible si sienten que son de fiar. En este sentido, la corrupción ha creado un sentimiento de desesperanza generalizado en el que la población cada vez confía menos en sus representantes y esto provoca que nuestro sistema democrático se pudra desde las raíces, sus ciudadanos.

Por lo tanto, la salud de nuestra democracia depende en gran parte de este aspecto y no se le está dando la importancia que debería a un nivel generalizado. Es necesario traer este tema al discurso público, hablar y debatir sobre ello, concienciar a la gente sobre la importancia de este y no atender a intereses partidistas. La única forma de que el sistema mejore es que nos preocupemos todos de las cuestiones que nos atañen a todos y no nos desvíen del interés general más puro que son nuestros derechos democráticos como ciudadanos.