La andadura de Kamala Harris hacia la presidencia de Estados Unidos: de brillar en las encuestas a hundirse en las urnas
María Martínez Berezo / GETAFE

Las últimas elecciones en Estados Unidos (EE. UU.) nos han tenido en vilo en los últimos meses. La campaña ha sido cuando menos accidentada. Sobre todo por la renuncia del candidato demócrata a poco más de 3 meses de las cita electoral. Después de la salida agridulce de Biden, su vicepresidenta, Kamala Harris, se convirtió en la rival de Trump en el camino a la Casa Blanca. La candidatura de Harris entró en juego francamente tarde y, para muchos, no siendo una buena opción. Solo la menos mala.
Sin embargo, con el paso de las semanas, el fenómeno Kamala provocó un aumento de las donaciones al partido, se impuso en el debate presidencial y fue ganándose el respeto de los americanos. Se la vio como una digna competidora y no solo como una solución para paliar la derrota que vaticinaban los sondeos para Biden. De hecho, muchas voces conocidas de EE. UU. la respaldaron: Charlie XCX, Gracie Abrams, Sabrina Carpenter, Beyoncé e incluso Taylor Swift. Las encuestas daban datos cada vez más y más ajustados. Tanto que los demócratas pudieron incluso soñar con la victoria.
Para cuando llegó la jornada electoral, tanto los americanos como el resto del mundo estaban expectantes. De hecho, son muchos los extranjeros que trasnocharon el 5 de noviembre para seguir un recuento que se preveía exhaustivo, emocionante e imprevisible. Y, de hecho, imprevisible fue. Pero no como les hubiera gustado a los demócratas.
Porque, frente a los datos de las encuestas, los resultados rápidamente se inclinaron en favor del candidato republicano, Donald Trump. La que muchos veían como la primera presidenta de los Estados Unidos acabó perdiendo en la mayoría de estados clave. Y esto lleva inevitablemente a plantearnos qué le ha fallado a Kamala Harris.
En primer lugar, parece que 100 días no fueron suficientes para separar la figura de Kamala, actual vicepresidenta, de la de Biden. El todavía presidente de los Estados Unidos no ha sido precisamente aclamado durante su mandato, con 2/3 de la población defendiendo que el gobierno está yendo en la dirección equivocada y solo convenciendo al 38,7% de los estadounidenses (el dato más bajo en las últimas décadas). El final del actual gobierno viene marcado por la inestabilidad económica, los problemas de empleo y el rechazo popular a la agenda "woke". Además, cabe puntualizar que a Kamala no le ha funcionado su intento de apoyarse en la población latina y negra, obteniendo entre un 5 y un 10% menos de respaldo de estos colectivos que en las últimas elecciones.
Si bien Kamala resistió a la campaña de Trump, que siempre se ha caracterizado por atacar más al propio candidato que al programa político, olvidó precisamente esto por el camino. No supo aclarar en qué consistían sus propuestas económicas para dar respuesta a las quejas del país, ni tampoco supo plantear soluciones a la crisis migratoria. Aprovechando este alejamiento de los demócratas de las preocupaciones económicas, Trump se ha presentado como una alternativa más proteccionista que renegociará acuerdos comerciales y fortalecerá los empleos industriales.
Tampoco ha convencido la gestión de Biden y Harris en los últimos 4 años en los conflictos internacionales. Ante la opinión de muchos americanos de que EE. UU. está demasiado implicado en las guerras de Gaza, Ucrania y Líbano, Trump se presenta como un líder que va a anteponer los intereses internos. Como el americano modelo que va a frenar el excesivo izquierdismo al que se han dirigido los demócratas en los últimos tiempos. Las promesas de un mayor centralismo de Harris se han visto opacadas por la exaltación de los ideales americanos que ha abanderado Trump: libertad religiosa, autoridad de los padres sobre sus hijos, la libre elección de escuelas, el derecho a la legítima defensa con las armas si fuera necesario, la definición del sexo de acuerdo a las dos categorías naturales, el emprendimiento, la libre empresa y los impuestos bajos.
En conclusión, a la campaña demócrata le ha sobrado forma y le ha faltado fondo. A día de hoy ya no es suficiente argumento decir que Trump es una mala idea porque es "fascista, violento y autoritario". La situación económica y de desempleo del país exigían autoridades políticas con soluciones reales. Y, hay que reconocerlo: Trump las ha ofrecido y Kamala no. Ahora, a los demócratas les toca hacer autocrítica y ver qué no ha funcionado en un gobierno que no ha conseguido convencer a los estadounidenses y una campaña que ha resultado superficial, precipitada y poco eficiente. De momento es pronto para saber si en 2028 Harris luchará de nuevo por llegar a la Casa Blanca. Pero, mientras tanto, habrá que ver si Trump consigue hacer realidad el que ya se ha convertido en su mantra: "Make America Great Again".
