Frankenstein: ¿están las historias condenadas o brindadas con un eterno retorno?
Guillermo del Toro ha anunciado esta semana que Mia Goth y Andrew Garfield serán los protagonistas de su próxima película: Frankenstein. El gran director mexicano estará, a juicio de la BBC, cerca del cineasta número 150 en adaptar esta historia de miedo a la gran pantalla. Ahora bien, ¿tiene esta idea tan estudiada un descanso a la vista?
Iria Turnes Sánchez
Hace ya más de 200 años que la escritora Mary Shelley se batió en un duelo de historias de miedo, a propuesta de Lord Byron, para amenizar una noche de tormenta en Ginebra. Lo que al principio parecía un juego entre amigos para sobrellevar la lluvia incesante, fue el nido perfecto que dio vida al personaje de Frankenstein.
La primera vez que se adaptó en la industria cinematográfica fue de la mano de James Whale en 1931. Se dice que, en aquel momento, la gente salía asustada de las salas de cine, desconcertada por lo que estaba viendo: un científico estaba jugando a ser Dios y la historia no acababa del todo bien. Esta idea del "científico loco y su monstruo" fascinó al público y, en apenas cuatro años, nuestro icono se echó novia en La novia de Frankenstein, del mismo director.
A partir de ahí, la historia cobra vida y se cuela en las carteleras del cine más o menos cada década hasta nuestros días. Hemos visto a Frankenstein en todos los mundos paralelos posibles, o quizás aun no: interpretado por Robert de Niro, en el mundo de animación de Tim Burton, como víctima del narcisismo humano o en versiones con tintes bastante cuestionables como Frankenstein de Andy Warhol, en la que el científico pretende mantener un romance con su creación.
Al fin y al cabo, Frankenstein ha demostrado ser un reflejo de nosotros y, en la mayoría de las películas, el miedo nace de lo que crea el propio ser humano. A juicio personal, es justo eso lo que hace que sea una historia tan frecuentemente presente, que el foco no lo tiene el protagonista, sino el trabajo del director de disuadir las fronteras entre la realidad y la ficción. No parece tan descabellado hoy en día que un científico trate de crear vida.
Se han proyectado en él el peso de los mayores miedos de cada época acerca de los límites humanos y de la moralidad, que no es tarea sencilla de mostrar. ¿Cuántas veces se habrá planteado en la historia la definición de la esencia humana? Muchas más que número de películas existen de Frankenstein, eso seguro. Podremos ver Frankenstein un millón de veces diferentes y que siga removiendo algo por dentro. Quizás no nos recuerda hoy tanto a la religión como en el siglo pasado, pero sí al miedo a la tecnología o al tópico inmortal de la contraposición vida-muerte.
Frankenstein representa algo para lo que no tenemos respuesta nada más exclama su creador "¡Está vivo, Está vivo!". Por ello, quizás su eterno retorno está en acompañar a cada generación con sus nuevas -o no tan nuevas- inquietudes. 150 reinterpretaciones es un número muy elevado pero, ¿quién dicta el destino de las ideas?

