Dimite Mazón, pero los errores son de todos

05.11.2025

Álvaro García

No suelo tener debilidad por los políticos que dimiten, pero lo de Carlos Mazón me ha dejado con una sensación agridulce. Sí, lo hizo mal. Pero no creo que merezca el linchamiento público al que lo están sometiendo. Me recuerda —salvando las distancias— al caso de Luis Rubiales: una persona que comete errores, sin duda, pero que acaba siendo devorada por un juicio mediático desproporcionado.

La tragedia de la dana en la Comunidad Valenciana, con más de 200 muertos, ha sido un golpe durísimo. Mazón reconoció fallos, pidió perdón y asumió la responsabilidad. Pero también hubo fallos del Gobierno central, de los protocolos, de todos. Y sin embargo, el único que paga es él. No lo defiendo del todo —un político debe estar preparado para esto—, pero tampoco me parece justo convertirlo en el villano de la historia.

Ahora bien: donde más me molesta es en el papel de su partido, el Partido Popular, y en concreto de Alberto Núñez Feijóo. Feijóo no ha estado a la altura. Fue lento, tibio, poco contundente cuando se le necesitaba firmeza. Mazón estaba solo, acorralado, mientras el PP miraba de reojo. Si tuviéramos que buscar un responsable de que la cosa se hiciera grande, uno podría apuntar a Feijóo. Porque un líder debe anticipar, contener y no dejar que el desgaste de un hermano de partido lo arrastre. Y sin embargo aquí parece que Feijóo miró para otro lado, o actuó demasiado tarde, cuando el daño ya era irreparable.

La dimisión de Mazón llega, pero llega mal: no hay convocatoria de elecciones anticipadas —al menos por ahora—, se queda como diputado, mantiene aforamiento. Eso también deja un sabor amargo: "me voy", sí, "pero me quedo", ¿por qué? ¿Por qué no permitir que la gente decida? ¿Por qué no asumir el coste político íntegro? Esa tibieza es síntoma de debilidad: debilidad para asumir riesgos, para dar un volantazo limpio, para cubrirse de gloria o de ceniza según el resultado. Y Feijóo es responsable de ese «modo PP» de los últimos tiempos: sin liderazgo claro.

El panorama político en España se tambalea. Vox tiene ahora la pelota en su tejado. Puede aprovechar el momento y presentarse como la derecha que no se achanta, que dice las cosas claras y actúa con decisión. O puede volver a dejarse arrastrar por el PP y desaparecer en su sombra. Es su oportunidad, quizá la última grande.

Es evidente que Mazón cometió errores, sí pero no todo fue culpa suya. Lo fácil es quemar a un hombre y seguir como si nada. Lo difícil sería preguntarse por qué nuestro sistema político necesita siempre un culpable para no mirarse al espejo. Y lo peor es que, mientras tanto, seguimos sin liderazgo fuerte, sin rumbo claro, y sin nadie que dé un paso al frente cuando de verdad hace falta.