Daniel Guzmán: “Una película que invita a reflexionar y una historia que permite interpretar”
El director madrileño presenta La Deuda, un retrato humano y social sobre las decisiones que nos definen

Jan Diez Lara
El viernes 17 se estrenó la película La Deuda. Un film dirigido y protagonizado por Daniel Guzmán. En esta ocasión, el autor busca reflejar los problemas sociales que afectan a toda la generación, a la vez que nos rompe el corazón con la trágica historia de un hombre que solo busca solucionar sus problemas. El director también realizó un coloquio en el que habló de su obra, mostrándonos su intención y su opinión.
El cineasta Daniel García-Pérez Guzmán, nacido en 1973 en Madrid, ha participado en grandes éxitos como Aquí no hay quien viva y Los Serrano. También ha dirigido películas como Canallas o A cambio de nada, película con la que ganó el Goya a Mejor director novel.
En esta ocasión, nos invita a conocer la vida de Lucas, un hombre de 47 años y Antonia, una anciana en situación de dependencia. Estos conviven en un piso céntrico de Madrid. Viven una vida tranquila y feliz hasta que un fondo de inversión adquiere el edificio para convertirlo en pisos turísticos. Lucas intentará evitar el desahucio, tomando decisiones que serán inmorales o erróneas por el camino. Durante las aproximadamente dos horas de largometraje, podremos ver las diferentes historias que se desarrollan simultáneamente a la vez que el espectador se plantea la moralidad de las mismas.
El primer aspecto a destacar es la elegancia poco convencional que envuelve la historia. Él mismo afirma que quiere evitar la estética de Hopper; muy típica en el cine social. Lejos de presentar entornos oscuros y terroríficos, se sitúa en las mismas calles de Madrid, siendo estas fácilmente reconocibles, y graba gran cantidad de escenas en las calles, mientras transcurre la normalidad del día. Otra curiosidad que destacó el autor fueron las escenas en instituciones públicas. Afirmó que "hubiera sido mucho más fácil grabarlas en instalaciones privadas", pero esto "hubiera alejado al espectador de la sensación que buscaba".
El autor describe la película como "una montaña rusa de emociones". Una de las características predominantes es la proximidad con el espectador. Esto lo consigue con fenómenos como el uso de actores no profesionales; como el personaje de Antonia. Guzmán explica que buscó en residencias de ancianos públicas alguna mujer que encaja con las características que él buscaba. Así nació el personaje. Este fenómeno mezclado con grandes nombres como Itziar Ituño o Susana Abaitua aportan dinamismo y permiten al espectador identificarse con lo que ve.
Lo más sorprendente es que la cinta te "invita a reflexionar y te permite interpretar", así la describió el director. Consigue influir en el espectador generando un debate que trasciende la pantalla. El tema principal que aborda es la vivienda, sobre esto nos cuenta Daniel: "No quería hacer una película sobre la gentrificación, pero creo que es un tema tan propio de nuestro contexto que aparece de manera innata". Además, en el transcurso de la película vemos al protagonista sumido en una situación límite constante, esto le lleva a tomar decisiones equívocas e inmorales. No obstante te permite empatizar con él, no juzgarlo. Finalmente, la película también da visibilidad a problemas como la gente en situación de dependencia, la salud mental, la exclusión del mundo laboral… Todo esto presentado de manera objetiva, lo que permite al espectador adquirir un significado más personal.
Pasando a la parte más técnica de la grabación, quiero destacar la participación de Ibon Antuñano, el director de fotografía. En primer lugar, utiliza los lentes anamórficos en parte de la grabación. Estos ofrecen un estilo visual único, permitiendo jugar con los desenfoques, la nitidez o la profundidad de la secuencia. Otro aspecto clave es el método de grabación; "La cámara no sigue a los personajes, respira con ellos" afirma Daniel en el coloquio. El método que el director fotográfico utiliza es el de "cámara en mano". Esto significa que el camarógrafo es quién lleva y se mueve con la cámara, no una grúa o un raíl. Esto favorece los desenfoques, aporta un movimiento a la secuencia propio de la primera persona y permite seguir la acción de manera dinámica.
