¿Por qué cada vez somos más insensibles?

Lucía Sánchez Vargas | OPINIÓN
A medida que avanzamos como sociedad, nuestra capacidad de sorprendernos, de sentirnos afectados acerca de lo que nos rodea decrece. Estamos transformando la percepción de lo que vemos, nos insensibilizamos. ¿A qué se debe esto? Rodearnos de diferentes estímulos ejercen en nosotros un efecto de hiperconexión. Esto solo nos aleja más de la realidad, es una paradoja, no somos conscientes de lo que nos rodea porque quitamos la mirada de lo realmente importantes.
La cantidad de imágenes que consumimos día a día ablandan nuestra capacidad de procesar problemáticas y conflictos. La sobreestimulación de imágenes contribuye directamente con la insensibilización emocional al saturar nuestras vías neuronales de recompensa y empatía, elevando el umbral para respuestas afectivas y reduciendo la sensibilidad a estímulos normales o dolorosos. Esta saturación de, por ejemplo, imágenes intensas o violentas disminuye la capacidad de conmoción o reflexión respecto a un procesamiento profundo, fomenta la pasividad.
Cifras tales como 21.590 reclamaciones registradas en la Agencia Española de Protección de Datos por la publicación de imágenes sensibles en 2023, suponiendo un incremento del 43% respecto a 2022 y un 55% más que en 2021, nos conciencia de que cada vez hay más imágenes capaces de insensibilizarnos.
El psiquiatra Guillermo Lahera comenta que: "Es obvio que la tecnología y las redes sociales retroalimentan la polarización. Cuando se abre el móvil se buscan estímulos. Y esos estímulos suelen ser opiniones más extremas que las que uno tiene. Y eso va generando una deshumanización que es preocupante". Esta entrada de imágenes sensibles nos acerca a un mundo del que estamos desconectados, fomenta desde un canal externo la deshumanización.
Este tema de las imágenes no es un caso aislado, en los últimos años hemos vivido shocks informativos que hacen compañia a estas imágenes sensibles, van de la mano; tales como la guerra de Ucrania-Rusia, el genocidio de Gaza, la Dana, la desestabilizacuión de la sanidad pública, la pandemia…
Este último es un factor clave para entender el porqué de nuestra insensibilización. El aislamiento que hemos vivido aún se perpetúa en nuestra sociedad. La falta de relaciones interpersonales ha provocado en nosotros un efecto burbuja. La reclusión ha afectado a nuestra forma de comunicarnos, nuestra capacidad de ser vulnerables es cada vez más mínima. Hemos dejado de comunicar(nos). Hemos perdido por completo este interés por transmitir nuestras emociones, estamos asustados. El problema es el creciente miedo a ser sensibles, a compartir nuestros sentimientos, aumenta la insensibilización acorde a lo que nos rodea.
Noticias como la de los últimos días en Jaén, donde dos chicas menores de edad se han suicidado en un parque público, son muestra de la poca sensibilidad por parte de nuestra sociedad. No nos da ningún tipo de efecto. "Yo le quité la soga del cuello y sé lo que vi". El pueblo Jienense es consciente, por supuesto. Pero no deja de ser otro shock informativo, otro más. La labor de los periodistas es ahora más importante que nunca, es momento de informar y hacer parte a la sociedad de las problemáticas actuales. Los periodistas ya no deben solo informar, deben sensibilizar.
Ser insensibles en referencia a nuestro entorno nos transforman en indiferentes. Por ello debemos sensibilizarnos, para hacernos afectos y actuar en medida. Este tema ha sido abordado a lo largo de la historia por diversos filósofos como Kant, Stéphane Hessel , Hannah Arendt, Ortega y Gasset. El tema de la insensibilidad y la indiferencia no es una novedad generacional.
Filósofo destacado en este sector es Antonio Gramsci. En sus palabras "Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes". Este filósofo del siglo XX critica duramente la indiferencia social, considerándola un parásito y una forma de cobardía que impide vivir auténticamente. Para él, vivir realmente es tomar partido en la vida social y política, ser ciudadano activo y comprometido.
La indiferencia no es solo pasividad, sino que actúa activamente como un "peso muerto de la historia" que entorpece los cambios y permite que los problemas y males persistan, todo porque una mayoría no actúa ni asume responsabilidad. Crítica que muchas personas después se victimizan o se quejan, pero no se cuestionan su propia falta de acción para evitar esos males. Entramos en un círculo vicioso entre indiferencia e insensibilidad.
Salir de ese pensamiento lateral e ir a donde el otro se encuentra significa ser sensibles, es una acción de empatía, falta en nuestra sociedad contemporánea. Irnos de nuestra burbuja y observar que pasa a nuestro alrededor es un acto de valentía. Esta perspectiva llama al compromiso activo de la sociedad, a no escurrir el bulto. Fijarse en los acontecimientos que nos rodean es lo más importante de todo, sentirnos afectados es cada vez más relevante para tomar acción.
